Y si lo pienso, lo volvería a hacer... y a sufrir...
Era una vez, un
caballero, un numero mas entre tantos pero eso sí, nada común ni corriente, fue
enviado a rescatar a la princesa. Posterior a su batalla con el Señor de los
Demonios empezó su vida, cuando fue tocado por la princesa su mundo gris y sin
sentido tuvo sol, lunas y estrellas… también empezó el fin de su existencia,
pues con sus astros no venia un astrolabio ni brújula.
Siendo arrebatado su
sol después de ser rescatada, inicia la búsqueda por ella, donde por buscarla a
ella se pierde a sí mismo, donde el camino no importó para defender a su luz,
cuando decidió entrar a las más despoblada oscuridad y encontró en su corazón la
única respuesta lógica, encerrarla para él, rescatarla de su destino de ser
destruida, donde convertirse en un Señor de los Demonios fue su única esperanza
de estar con ella nuevamente…
Y así, va un fragmento
historia de desamor que ha tomado la atención de mis sentidos en un tiempo, con
un prefacio a su continuación inesperado y doloroso.
¿Dónde nos perdemos a
nosotros mismos buscando un idea? Acaso no es un ideal solo concebido en la
mente
¿No los sueños son la
semilla de la realidad?
¿Cuándo abandonamos un
sueño y convertirlo en realidad con tal de no despertar?
Puede llegar un
momento, donde dos puertas se encuentran para decidir nuestro destino. Atrás de
una de ellas se escuchan gritos de una bestia, lamentos ensordecedores y
llantos sin pauta ni tregua. En la otra, un leve respirar tranquilo se escucha,
hay sombras que se proyectan por el ras de la puerta… ¿cual es más prometedora?
¿Habrá quien se pregunte si la bestia detrás de la puerta quiere ser salvada?
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